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Las fiestas de fin de año

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El símbolo de las fiestas de fin de año

Las dos fiestas de Navidad y Año nuevo nos ponen frente a preguntas y decisiones esenciales, pero también frente a los compromisos que podemos hacer para el año que viene.

Navidad

La navidad es un momento privilegiado para confiar a quienes amamos el amor que les tenemos.
Sí, es una fiesta de cara al amor, que es el motor de toda vida.
El niño para unirse a su madre que ama, aprende a caminar para alcanzarla físicamente, y a hablar para alcanzarla afectivamente.
El adolescente por amor por el otro, al que quiere unirse íntimamente, aprende las palabras y los gestos del amor que lo llevarán a la primera relación sexual y así sucesivamente…
En cada etapa de la existencia, hay un amor hacia el que tendemos y un aprendizaje que le acompaña para lograr ese amor.
En navidad, este amor se manifiesta por momentos cálidos compartidos y por regalos. Esos regalos no debieran ser entonces objetos de comercio, sino el resultado de un impulso del corazón, que no necesita dinero para decir el amor.
Además, entre mejor digamos el amor en el transcurso de año, menos necesitaremos esta fiesta para recuperar el tiempo perdido.
A menudo, los regalos son un medio para compensar la incapacidad o la falta de valor para manifestar el amor. Así, compramos caro para comprar el amor. Nadie engaña, pero las apariencias se salvan.
En navidad, nos sentimos inspirados para expresar el amor, y así, aprender a amar mejor.

¿Elegir un regalo?

Para hacer un regalo podemos preguntarnos por lo que le falta al otro, lo que realmente le complace. Ser capaces de deslizarnos en él, en su carencia para colmarla. Así, cuando se conoce un poco el alma humana, se sabe que la carencia esencial es, en primer lugar, el amor. Esa carencia puede venir porque solo se manifiesta o expresa torpemente.
Dar un regalo puede no costar nada, solo tiempo y un esfuerzo por decir mejor el amor, como en los ejemplos que daba en diciembre del 2016.

¿Navidad una fiesta cristiana?

En la cristiandad, en Navidad, el Padre entrega al hombre lo mas querido, su hijo, por intermedio de María. Es también un tiempo de paz, como se manifestó durante la guerra del 14-18 entre los alemanes y los franceses en la tregua de Navidad.
Hoy en todas partes del mundo todas las comunidades cristianas festejan el amor y la paz ese día.

Manifestar amor más allá del restringido círculo de su familia

En las generaciones que nos precedieron, la ayuda mutua estaba muy presente, pues a menudo era indispensable, por lo menos en el campo. Había un lugar en la mesa para acoger al otro, el vecino sin familia, la persona de paso o en dificultad. ¿Y nosotros hoy, cómo actualizamos este amor más allá de nuestra familia?
Existen muchas personas solas, porque están lejos de sus seres queridos o por falta de familia. ¿Por qué no invitar a una de esas personas a pasar Navidad con nosotros?

El año nuevo

Veo en la fiesta del Año Nuevo, un aspecto complementario con la de Navidad. Después de haber expresado nuestro Amor en Navidad, podríamos expresar el deseo por comprometernos a hacer crecer el amor en nosotros y alrededor nuestro.
No es solamente una nueva etapa por nuestra vida personal, sino también un nuevo impulso para participar, en ese deseo de amor por todos nosotros, por la grande historia de la humanidad.
Desde hace 4.6 millares de años, todas las formas de vida que nos han precedido han aportado algo a la evolución de la vida humana, entonces, nosotros también podríamos entregar nuestra contribución.
El Año Nuevo, es la ocasión de comprometerse para continuar con esta evolución, a través de una participación humilde pero consiente, al concretar el paso siguiente.
Es también la fiesta de la Vida, de la renovación, con el deseo de que esta Vida en la Tierra, se perpetúe, sin olvidar que investigadores como Emmanuel Robert del observatorio de Grenoble (OSUG), nos indica que nuestro planeta y la evolución humana están en peligro.

Un deseo para el año que viene

Mi deseo es que cada uno de nosotros sea un artesano de paz, primero que todo para sí mismo y por contagio, alrededor suyo, y practique un ejercicio simple, que se hace en dos, luego en cinco etapas, con un poco de entrenamiento:
Este ejercicio está concebido para aprender a ponernos en paz con nosotros mismos en los momentos de conflicto cotidiano.

Etapa 1. En el momento de la aparición de una tensión, de una molestia o de un sufrimiento, tomar un tiempo de distancia para ver su dolor interior y no quedarse focalizado en las circunstancias exteriores que hicieron nacer la emoción molesta.

Etapa 2. Tener la fuerza de sentir ese dolor en su intimidad con el objetivo de identificarlo. Al comienzo, paramos en este estadio del ejercicio.

Etapa 3. Sin embargo, si este dolor se percibe con bastante precisión, hará llegar un sentimiento de ya conocido e incluso a veces tan conocido que despierta uno o varios recuerdos.

Etapa 4. En este estadio, podemos hacer el esfuerzo de comprender en un solo recuerdo, el punto de vista del niño que éramos y que sufrió.

Etapa 5. Finalmente, solo queda hacer el esfuerzo de comprender el mundo de las personas (adultos muy a menudo) que estuvieron en el origen de nuestro sufrimiento en ese mismo recuerdo. Esto produce un apaciguamiento en nosotros en la situación presente.

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